jueves, 25 de abril de 2013

¿QUÉ TIPO DE “REFUGIO” ES LA AGRICULTURA PARA LOS TRABAJADORES INMIGRANTES EN ESTOS TIEMPOS DE CRISIS? Por ANDRÉS PEDREÑO CÁNOVAS.


Texto publicado en Anuario de Relaciones Laborales 2013 (enlace a índice y presentación) coordinado por Antonio Ferrer y Santos Ruesga y editado por la Unión General de Trabajadores.  


Anuario de relaciones laborales 2013

La agricultura española, y concretamente el subsector de las frutas y hortalizas, ha conocido en las últimas décadas una progresiva globalización de sus productos y en paralelo un proceso de asalarización de su fuerza de trabajo. Esta dinámica se ha venido produciendo en el contexto de la modernización económica de la década de los 80-90 que posibilitó la desactivación de las tradicionales bolsas de jornaleros de la España del Sur y Levante, por su trasvase hacia sectores como la construcción, la hostelería u otros. De tal forma que  fueron los flujos migratorios internacionales los que desde finales de los 80 han venido suministrando el trabajo necesario para la “huerta de Europa”. Es esta fuerza de trabajo aportada por la inmigración la que está en la base del vigoroso desarrollo de las orientaciones agrícolas más innovadoras. De los casi 362.000 peones agrícolas que en 2010 se ocupaban en la geografía agraria española, un 50% o más estaba compuesto por varones y mujeres inmigrantes (según las EPA-2010, en la agricultura española se empleaban 184.500 ocupados extranjeros).
La formación de una agricultura altamente globalizada y salarial se ha venido basando en una acusada dualización de las cualificaciones de trabajo, que es al mismo tiempo una polarización de las condiciones de empleo. Mientras que está experimentando un incremento de las cualificaciones hacia arriba (técnicos, comerciales, maquinistas, etc.), hacia abajo se abre un amplio proceso de desvalorización del trabajo más manual (recolectores, mujeres de almacenes de confección, etc.). Esta lógica está fuertemente etnificada: el 90% de los activos trabajadores cualificados son españoles, mientras apenas el 10% son extranjeros.
Y es que la globalización de la agricultura ha ido a la par de una extrema flexibilidad de las relaciones salariales. Las relaciones laborales en las agriculturas españolas han profundizado la eventualidad e intensificado el trabajo, y se ha constituido un tipo de trabajo de extrema fluidez. Esto ha sido factible mediante la movilización continua en el tiempo de categorías sociolaborales altamente vulnerables en el interior de la organización social del trabajo, principalmente mujeres e inmigrantes.
Desde la vulnerabilidad de sus condiciones de inserción, sin embargo, los trabajadores inmigrantes pusieron en marcha estrategias de progresiva integración social aprovechando los recursos del sistema de protección social y presionando para mejorar sus condiciones laborales. Además muchos pudieron trasvasarse desde la agricultura hacia otros sectores económicos, muy especialmente hacia la pujante actividad de la construcción, como estrategia de fuga de las duras condiciones de trabajo del campo. Esta trayectoria más o menos ascendente se truncó con el advenimiento de la crisis de 2008. El vehículo de la integración social pacientemente tejido durante estos años atrás se resquebraja por todas partes. Los hijos de las familias inmigrantes –excelente termómetro de la integración alcanzada por este colectivo de la clase trabajadora- que con enormes dificultades trataban de avanzar en los itinerarios formativos y educativos (también huyendo del trabajo en el campo) se ven ahora envueltos en la dinámica de sus familias en crisis, optando por abandonar la escuela para formar parte del ejército de precarios, subempleados e informales.
Ciertamente, como no paran de insistir periodistas y empresarios del sector, la agricultura se ha convertido en “un refugio” para muchos trabajadores golpeados por la crisis. Pero esto ha de entenderse con las debidas matizaciones para no incurrir en excesivos triunfalismos. Si observamos las series de la EPA sobre los ocupados en la construcción observaremos rápidamente el tremendo ritmo de destrucción del empleo en el sector de la construcción, con la generación de casi un millón de  desempleados. Y efectivamente la serie de evolución de ocupados en la agricultura nos muestra una evolución positiva del empleo desde el inicio de la crisis. Lo que induce a pensar que ha habido cierto trasvase de ocupación de la construcción a la agricultura. Pero si miramos estas mismas series desagregando el origen nacional concluiremos que este trasvase es más intenso en el caso de los trabajadores extranjeros que experimentan un fuerte crecimiento en la ocupación agraria (de 171.000 en 2008 a 192.000 en 2012), mientras que los trabajadores españoles presentan una evolución más estable con un ligero crecimiento (y eso en el caso de los varones que pasan de los 457.800 ocupados del 2008 a los 462.200 del 2012, mientras que las mujeres decrecen su participación en el mismo periodo pasando de las 171.300 ocupadas agrarias de 2008 a las 157.000 de 2012). Es decir, la agricultura es un refugio, efectivamente, pero étnicamente diferenciado también en términos de género (las mujeres inmigrantes también incrementan su ocupación en la agricultura en la serie: de las 38.200 de 2008 a las 44.100 de 2012).
En definitiva, las fracciones más vulnerables de las clases trabajadoras, esto es, los trabajadores inmigrantes no comunitarios, son los que mayormente están encontrando “un refugio” en la agricultura (pues persiste en términos generales el rechazo al trabajo en un sector donde perduran unas condiciones laborales altamente precarias). Una vulnerabilidad construida socialmente sobre la base de la discriminación como muestra el que los trabajadores inmigrantes están siendo los primeros en ser expulsados del mercado laboral en la actual coyuntura recesiva, con una tasa de desempleo que casi duplica a la de los nacionales. Es el criterio de preferencia nacional aplicado no para emplear sino para desemplear: en 2012, la tasa de desempleo de los extranjeros no comunitarios alcanzaba el 38,6%, mientras que la de los nacionales se situaba en el 23,11%. Algunos estudios regionales han llegado a conclusiones similares, como el Observatorio Permanente Andaluz de las Migraciones: “… efectivamente, la crisis económica originó un proceso de movilidad intersectorial con destino al sector agrícola andaluz. Sin embargo, sus actores no fueron, según los datos disponibles, trabajadores españoles en situación de paro, sino trabajadores extranjeros que habían perdido su empleo … El aludido repliegue de trabajadores hacia el sector agrícola andaluz estaría protagonizado, en gran medida, por un segmento específico de la población inmigrante, como son los varones oriundos de países africanos que residen en España, desde hace varios años” (OPAM, 2011, p. 11).
De tal forma que una vez más, gracias a la coyuntura recesiva, la agricultura salarial cuenta con un ejército de mano de obra disponible, vulnerable y altamente disciplinado. Y como en otros momentos de abultamiento del ejército de reserva, las empresas del sector están encarando las dificultades de la crisis mediante una estrategia de competitividad basada en la reducción de costes laborales. Como muestran numerosas denuncias sindicales y las investigaciones en curso (por ejemplo, en el Proyecto ENCLAVES estamos comparando la realidad del trabajo en tres agriculturas regionales: la horticultura del poniente almeriense, la fruticultura del interior de Murcia y la uva del Vinalopó alicantino) estamos asistiendo a una proliferación de las prácticas de economía sumergida (destajos, ausencia de contrato, no remuneración de las horas extraordinarias, prestamistas informales de mano de obra, etc.), a una intensificación de los ritmos de trabajo y a una generalización de la precariedad laboral en un sector donde siempre persistió la eventualidad como relación contractual básica.

viernes, 5 de abril de 2013

“TRATA DE NIÑAS Y NIÑOS CON FINES DE EXPLOTACIÓN LABORAL EN CONTEXTOS DE MIGRACIÓN” IV ENCUENTRO INTERNACIONAL CONTRA EL TRABAJO INFANTIL EN MÉXICO MÉXICO, 21 DE MARZO DE 2013

Por Kim Sánchez Saldaña

Profesora investigadora de la Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Integrante del proyecto I+D+I CSO2011-28511.  
antropkim@gmail.com

 ¿Por qué este tema en el Blog?

La siguiente relatoría introduce el problema de la explotación de trabajo infantil en contextos migratorios, asociada a la movilidad laboral de trabajadores agrícolas en enclaves de producción intensiva en México.
Reflexiones sobre este complejo problema se presentaron en el marco del IV Encuentro Internacional Contra el Trabajo Infantil en México, realizado en Ciudad de México, el 21 de Marzo pasado.
Dicho evento, estaba programado como parte de una serie de reuniones regionales en América Latina, con miras a la III Conferencia Global sobre Trabajo Infantil "Estrategias para Acelerar el Ritmo de Erradicación de las Peores Formas de Trabajo Infantil", que se celebrará en el mes de octubre de 2013, en Brasil. Esta iniciativa ha sido apoyada por la Fundación Telefónica de España y México, con apoyo de la OIT, UNESCO y diferentes gobiernos locales.
A su vez, en esa conferencia del próximo mes de octubre en el cono sur, se presentarán los aportes de Latinoamérica para eliminación del trabajo infantil, así como los retos pendientes para cumplir con la meta propuesta en 2010 (La Haya, Países Bajos). En aquel año, la OIT y los organismos nacionales e internacionales participantes se comprometieron a una “Hoja de ruta para lograr la eliminación de las peores formas de trabajo infantil para 2016”.
Grandes desafíos y amenazantes obstáculos, cuando la propia OIT nos informa que hoy en América Latina 14 millones de niños, de entre 5 y 17 años, trabajan. De esta enorme cifra, se estima que 9,4 millones realizan trabajos peligrosos que amenazan su integridad física y psicológica.
Académicos, miembros de organismos no gubernamentales y de la sociedad civil en general, fuimos convocados, esperando que ese foro amplio, abierto y participativo permitiera denunciar y compartir experiencias sobre prevención y erradicación  del trabajo infantil en México.
Y, en mi caso particular, me interesaba hablar del caso de la explotación laboral y los riesgos en que viven los niños y niñas jornaleros agrícolas en regiones agrícolas, pues ésta es una clara consecuencia social de las nuevas formas de producción intensiva. Incluso, las estimaciones de la propia OIT subestiman la magnitud de esta población afectada en estos espacios rurales, pues por diferentes razones han sido más documentados nichos de trabajo infantil en ámbitos urbanos.
Al pie del surco, corte ejotesTetelilla 2006

La trata de menores en contextos migratorios
Como ya mencionamos, en este IV Encuentro, se incluyó una mesa temática sobre “Trata de niñas, niños y adolescentes con fines de explotación laboral en contextos de migración”. Participamos: Denisse Velásquez, de la Organización Internacional de Migración (OIM), Fernando Bastista, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Maria Antonieta Chávez, del Observatorio Latinoamericano sobre Trata y Tráfico de Personas, Rosi Orozco, de Unidos vs Trata A.C. y Kim Sánchez, investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
La mayoría de las intervenciones abordaron problemáticas vinculadas con la migración internacional, sobre todo, la que se dirige hacia Estados Unidos. Sin duda, ello se debe a que México es escenario de masivos flujos migratorios por ser un país de origen, destino y tránsito de población migrante mexicana, latinoamericana y de otros países. Y en tales contextos, se presentan una terrible y enorme diversidad de vejaciones y violaciones a los derechos humanos y civiles, en especial de mujeres y niños, que en la legislación internacional son definidas como “trata de personas”<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]-->. Como parte de esta lacerante realidad, la migración puede presentarse como primer paso de una serie de sucesos que conducen a la explotación, o bien, contribuir a ella. Es decir, la trata puede implicar el desplazamiento forzoso de la víctima (cuando el traslado, la acogida o la recepción de personas tienen como propósito la explotación laboral), o en otro caso, los depredadores que “cazan” a sus víctimas entre migrantes, en tanto miembros de una población vulnerable. Esa explotación puede incluir la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la misma, la servidumbre o la extracción de órganos<!--[if !supportFootnotes]-->[2]<!--[endif]-->.
En síntesis, se enfatizó que si bien trata y migración son dos cosas bien distintas, existe una correlación entre ambas, lo que puede ser agudizado por el hecho de que un inmigrante (por lo común internacional) sea indocumentado y/o tenga temor de pedir ayuda a las autoridades locales y/o sean miembros corruptos de los mismos organismos judiciales quienes amenacen o violenten sus derechos.
Ante todo ello, la respuesta de funcionarios gubernamentales, políticos, miembros de organismos internacionales, no gubernamentales, de derechos humanos y sociedad civil en general es contundente: rechazar y denunciar estas actividades, exigir que se superen los vacíos legislativos que limitan su prohibición y la penalización de los culpables, luchar porque se construyan estrategias adecuadas para identificar la trata con fines de explotación laboral y restituir los derechos de niños y niñas.
No cabe duda de la prioridad de tales propósitos en la agenda social de México y el mundo.
Migrantes Cosecha Tomate 2, Totolapan, Mor. 2004

La mano de obra familiar e infantil en los campos agrícolas
Sin desconocer su importancia, empero, es menester reflexionar sobre otro tipo de explotación laboral. Me refiero al trabajo infantil<!--[if !supportFootnotes]-->[3]<!--[endif]--> en campos agrícolas en México, que se desenvuelve en circunstancias y contextos que propician su invisibilidad social y que, por lo mismo, exigen una atención prioritaria por parte de las instituciones interesadas e involucradas en prevenirlo y erradicarlo.
Es decir, un fenómeno que se enmarca en la movilidad y el empleo temporal de mano de obra familiar, cuya demanda ha surgido de las necesidades fluctuantes de una agricultura comercial moderna y tecnificada, pero que sigue dependiendo de tareas manuales altamente intensivas de trabajo, como por ejemplo, las cosechas.
NIÑOS COSECHA Tomate 2004
A primera vista, no es un caso de Trata de niñas, niños y adolescentes con fines de explotación laboral, pues la “captación” aquí es reclutamiento por contratistas y autoreclutamiento entre parientes y paisanos, el “traslado” no es rapto, sino que está en manos de sistemas de intermediación laboral pagados por las empresas demandantes e incluso algunos son supervisados por programas gubernamentales de la Secretaría de Trabajo<!--[if !supportFootnotes]-->[4]<!--[endif]-->, y la “acogida” no son casas clandestinas sino las propias empresas o alquilan viviendas temporales. Finalmente, la mayoría de estos niños y niñas no viajan solos, ni viajan contra su voluntad, sino que forman parte de familias que se desplazan por una o más regiones agrícolas en busca de empleo.
Niño en Albergue Atlatlahucan,  2005
Niños y niñas que acompañan a sus padres por largos recorridos, trabajan con frecuencia en los campos agrícolas<!--[if !supportFootnotes]-->[5]<!--[endif]--> para contribuir al magro ingreso familiar. Otros ayudan a que sus padres y hermanos mayores se dediquen tiempo completo al jornal: preparando los alimentos, lavando ropa y cuidando de los hermanos más pequeños<!--[if !supportFootnotes]-->[6]<!--[endif]-->. Otros más, simplemente, esperan al pie de los huertos o en los campamentos donde residen temporalmente estos jornaleros, porque no pueden quedarse en sus comunidades nativas mientras sus padres migran.
En tales contextos, niños y niñas jornaleros enfrentan problemas de salud (exposición a plaguicidas, escasez de agua potable, insalubridad en los campamentos, etc.), en su desarrollo (acarrear pesos y mantener posturas forzadas), en su derecho al juego, al tiempo libre, y en el acceso a la educación (jornadas laborales que los agotan y compiten con la posibilidad de que estudien). Es decir, sus opciones son tan voluntarias como los riesgos que han tenido que asumir para asegurar su sobrevida. Campesinos, trabajadores indígenas y mestizos, que tienen pocas o nulas alternativas de empleo e ingresos en sus regiones de origen.
 
Migrantes Cosecha tomate, Totolapan, Mor. 2004
¿Por qué entonces presentar el caso de los niños y niñas jornaleros migrantes en esta temática? Justamente por la invisibilidad social de esa explotación laboral y de la violación de los derechos de niños y niñas, agudizada por su condición migratoria. Es necesario develar su carácter estructural, pues las causales de la mercantilización del trabajo de niños, niñas y adolescentes, están directamente relacionadas con las necesidades económicas de las familias jornaleras, pero, sobre todo debido a las estrategias productivas y de administración laboral de los empleadores que se han beneficiado de esta mano de obra.
En 1998, una encuesta realizada por el Programa Nacional de Jornaleros Agrícolas de la Secretaría de Desarrollo Social (Pronjag/Sedesol), indicaba que en promedio cuatro de cada diez migrantes tenían entre 0 y 14 años de edad (Sánchez Muñohierro, 2002). Asimismo, se registraba que 3 de cada 7 niños y 3 de cada 8 niñas de 6 a 11 años se habían incorporado al trabajo asalariado fuera de su comunidad (Pronjag, 2001: 31)<!--[if !supportFootnotes]-->[7]<!--[endif]-->.
 
Joven cosechador. Tenex
Adolescente cosecha ejote Tetelilla
 
Una década después, la misma fuente estimaba que cerca de 750 mil de los jornaleros agrícolas eran menores de 15 años, lo que equivalía al 36.6% de dicha población (Rojas, 2013). Por su parte, otras especialistas calculaban que 59.2% de los niños y niñas entre 5 y 17 años de edad, estaban incorporados a las actividades productivas agrícolas (Schmelkes y Ramírez, 2011, citado por Rojas, 2013).
Sin duda, el auge de los cultivos hortofrutícolas en las últimas décadas, sobre todo orientados al mercado externo, ha propiciado el aumento masivo de los flujos de migración laboral interna con destino rural. Asimismo, está ampliamente documentado que estas empresas agrícolas propiciaron la migración familiar, tanto como su inserción grupal en determinados cultivos y labores agrícolas. En el nicho migratorio, estas unidades familiares adecuaron su modo de vida al cambio de vivienda y su entorno, al ritmo de actividad y formas de interacción social, reasignando funciones y responsabilidades entre sus miembros (Sánchez, 2005).
En suma, la presencia de niños y niñas en los campos agrícolas no ha sido una supervivencia de la cultura tradicional o “primitiva” de los hogares rurales de bajos recursos. Por el contrario, la evidencia señala como principales responsables de la explotación laboral infantil a las mismas empresas agrícolas que -consciente o inconscientemente- han permitido, alentado y reproducido el empleo de mano de obra familiar.
Huerta Jonacatepec, corte ejotes 2008

¿Se avanza en desalentar el trabajo infantil en los campos agrícolas?
A pesar de lo expuesto, en nuestros recorridos de campo con frecuencia se escucha que “enganchadores” y contratistas anuncian que está prohibido emplear niños y niñas en labores agrícolas.
Y es que, al parecer, algunas empresas del subsector agroexportador han cambiado el perfil de la mano de obra lo que ha redundado en una reducción de la demanda laboral de niños y niñas. Lamentablemente más que sensibilización frente a la problemática, las empresas se preocupan de salvar su competitividad en el mercado exterior. En efecto, como parte de las reestructuraciones productivas, un dinámico grupo de empresas ha participado en los sistemas de certificación para controlar la inocuidad de los alimentos, mostrar la “responsabilidad social” de sus compañías y/o de “buenas prácticas agrícolas”. 
Cabe mencionar que la prohibición de trabajo infantil ha generado cambios en la organización y composición de diversos flujos migratorios. También hay que advertir que, debido a que los jornaleros no han tenido mejoras salariales significativas, las familias sufren la presión por no contar ya con el aporte económico de los menores en su ingreso, utilizando diferentes medios para contrarrestarlo.
Pero no siempre los empresarios han modificado en los hechos su política laboral y hay denuncias sobre la “clandestinización” del empleo de niños -en complicidad con sus padres-, pues a fin de cuentas es fácil de burlar a los inspectores en medio de los grandes campos agrícolas. Tal como lo han constatado diferentes investigadores (Reyes, 2002; Carrera, 2010, entre muchos otros), se ha seguido empleando mano de obra infantil por varias empresas en las regiones agrícolas. En cambio, en regiones agrícolas orientadas al mercado interno y donde no se preocupan por sistemas de certificación, se continúa ocupando mano de obra familiar en ciertas labores.
 
Mujer con bebe en cosecha
Nuestra presentación no fue la única referencia a los niños y niñas jornaleros en el IV Encuentro Internacional Contra el Trabajo Infantil en México. En diferentes mesas centradas en políticas educativas, pueblos indígenas y otras problemáticas, hubo también acercamientos al trabajo infantil en espacios rurales, en general coincidentes en identificar a las regiones de producción intensiva como principales responsables.
Compartimos también la idea de que, por sobre los intereses privados, el Estado y la sociedad civil deben velar por prever, erradicar y sancionar la explotación laboral de niños y niñas. Al mismo tiempo, coadyuvar a eliminar otras formas de trabajo infantil disimulado, mejorando las condiciones laborales y de vida de la población trabajadora migrante y asentada; es decir, dotando de servicios sociales y oportunidades educativas que permitan ejercer sus derechos como niños y niñas. Pero también es un objetivo imprescindible sensibilizar a los empresarios para que asuman una responsabilidad social efectiva; hay pocas, pero excepcionales experiencias positivas al respecto.
Lo cierto es que revertir esta situación efectivamente, requiere una propuesta integral y, ante todo, la voluntad política del gobierno para apoyar a empleadores y  trabajadores a construir modelos productivos alternativos, eficientes en lo económico y socialmente responsables.
 
Mixtecas cosecha tomate

 Bibliografía

BRIZZIO DE LA HOZ, Araceli (2002), “El trabajo infantil, una exclusión social”, Documento presentado al Foro Invisibilidad y Conciencia: Migración Interna de Niñas y Niños Jornaleros Agrícolas en México, Programa Infancia, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 26 y 27 de Septiembre. http://www.uam.mx/cdi/foroinvisibilidad/
MÁRTINEZ CARRERA, Martha Rocío (2010), ‘No venimos a jugar, venimos a trabajar’. La construcción social del trabajo en los niños jornaleros migrantes de San Miguel Tilquiápam, Oaxaca, Tesis de Maestría en Antropología Social en la ENAH-Chihuahua, México.
Pronjag/Sedesol (1998), Programa Intersectorial de Atención a Jornaleros Agrícolas, México.
Pronjag/Sedesol (2001), Jornaleros Agrícolas, México.
REYES DE LA CRUZ, Virginia, “La niñez jornalera de la Mixteca oaxaqueña”, Documento presentado al Foro: Invisibilidad y Conciencia...
ROJAS-RANGEL, Teresa (2013) “El fracaso de la política educativa para la atención de los hijos de los jornaleros agrícolas migrantes”, Ponencia en el 9º Congreso Nacional de la AMER: Crisis civilizatoria en el México Rural, Guadalajara, Jalisco, México, 5 a 8 de Marzo.
SÁNCHEZ, Kim (2005), “La experiencia de niños y niñas en la migración estacional de jornaleros agrícolas en México”, en Anita Bruner e Diego Piñeiro (coords.), Agricultura latino-americana. Novos arranjos e velhas questoes, Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Porto Alegre.
SÁNCHEZ MUÑOHIERRO, Lourdes (2001), "Programa para Contribuir al Ejercicio de los Derechos de Niñas y Niños, Hijos de Jornaleros Agrícolas, y al Desaliento del Trabajo Infantil (Proceder)", Sedesol.
SCHMELKES, Silvia (2002) “Visibilizar para crear conciencia. Los jornaleros Agrícolas en México a la luz de los derechos humanos”, en Foro: Invisibilidad y Conciencia…


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<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]--> El Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente Mujeres y Niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas Contra la Delincuencia Organizada Transnacional,  define la “trata de personas” como: la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación.
<!--[if !supportFootnotes]-->[2]<!--[endif]--> Las fronteras mexicanas -con Guatemala al sur y Estados Unidos al norte-, son escenarios dantescos para la explotación de niños y niñas con fines sexuales, laborales, mendicidad, tráfico de órganos, actividades ilícitas de narcotráfico, y otras de un largo expediente universal de la infamia.
<!--[if !supportFootnotes]-->[3]<!--[endif]--> Entendemos por trabajo infantil aquellas actividades u ocupaciones para terceros, a quienes se subordinan, y con el objeto de obtener un ingreso en dinero o especie para cubrir necesidades vitales (Brizzio, 2002).
<!--[if !supportFootnotes]-->[4]<!--[endif]--> La Subsecretaria de Trabajo y Previsión Social impulsa, desde el año 2000, el Programa de Movilidad Laboral Interna que subsidia parte del traslado de jornaleros agrícolas de regiones de expulsión a regiones de atracción, de acuerdo a solicitudes de demanda de los empleadores.
<!--[if !supportFootnotes]-->[5]<!--[endif]--> Se utiliza convencionalmente el término “campo agrícola” para referir a la venta de fuerza de trabajo en unidades agrícolas de explotación comercial en calidad de jornaleros o peones, y por lo mismo no debe confundirse con la actividad agropecuaria que se realiza en la parcela familiar.
<!--[if !supportFootnotes]-->[6]<!--[endif]--> Aunque en rigor no constituyen trabajo infantil (Brizzio, 2002), se transforman en un medio adicional para que los empleadores reduzcan el costo de la mano de obra. Es decir, niños y adolescentes “liberan” a sus padres de actividades y tiempo, durante el cual la empresa puede hacer amplio uso de la fuerza de trabajo adulta.
<!--[if !supportFootnotes]-->[7]<!--[endif]--> La Encuesta Nacional a Jornaleros Migrantes 1988 fue aplicada en 23 regiones agrícolas (en diez estados) de alta demanda de mano de obra, en albergues y asentamientos de población migrante atendida por el Pronjag, a una población total estimada de 128,084 personas. El diseño muestral fue estratificado combinado con conglomerados (Pronjag, 2001: 29).