lunes, 30 de septiembre de 2013

DIARIO DE CAMPO (II). UN DIA EN EL ENCLAVE: OBSERVANDO EL ESPACIO Y LAS INTERRELACIONES ENTRE LOS TIEMPOS DE TRABAJO Y VIDA DURANTE LA CAMPAÑA DE FRUTA EN ABARÁN. POR ANTONIO J. RAMÍREZ

En esta inmersión etnográfica, se trataba de realizar un ejercicio de detección de los ritmos de la vida social de los pueblos de los enclaves agroexportadores. La hipótesis de partida era que el mundo del trabajo y el mundo de la vida adquieren una temporalidad propia, así como una específica lógica y sentido social, derivada precisamente de la secuencia del proceso de recolección (“la campaña de la fruta”) y su conversión en producto alimentario (la labor del almacen de manipulado). Las crónicas de estos pueblos (Abarán, Cieza, Blanca, etc.) ya nos hablan que en las décadas de los 50 y 60 las entradas y salidas en las fábricas conserveras y en los almacenes de fruta  eran marcadas por sirenas que se escuchaban en todo el pueblo. Si los viejos campanarios pautaron la sociedad tradicional, las sirenas de las fábricas agroalimentarias marcaron el ritmo de la vida moderna de estos pueblos… La llegada de “la campaña de la fruta” sigue modelando los tiempos sociales: los horarios de trabajo y de descanso, los ritmos intensivos de las cintas transportadoras y del camión que transporta la fruta a Alemania o Inglaterra, el ajetreo del pueblo, la afluencia de automóviles o furgonetas, y también el tiempo de la garbilla…

Por las carreteras de Abarán

Es primera hora de la mañana de un soleado día a comienzos de Junio. Tras recorrer en coche aproximadamente treinta kilómetros desde la capital, abandono la autovía para dirigirme por una carretera zigzagueante de unos cinco kilómetros hasta Abarán, en el corazón de nuestro ENCLAVE con 13.110 habitantes empadronados en 2012.  El trayecto está jalonado a ambos lados por almacenes de frutas de diferente tipología que movilizan desiguales cantidades de trabajo y capital en diferentes temporadas de trabajo.
Una parte de los almacenes de manipulado de frutas están definitivamente cerrados o incluso alguno a medio gas (como el caso que conocimos en una visita grupal anterior de una empresa en suspensión de pagos y en proceso de embargo por sus arriesgadas inversiones inmobiliarias durante el ciclo expansionista de la construcción). Otros son aquellos almacenes tradicionales históricamente asentados en el territorio, cercanos al núcleo poblacional, con un tamaño pequeño-medio y cuya propiedad puede ser privada o cooperativa. Una parte de este tipo de almacenes trabaja principalmente fruta de hueso cuya campaña se prolonga durante 3 intensos meses de trabajo. Desde finales de Julio hasta el mes de abril permanecerán en estado de vida latente, infrautilizados y sin carga de trabajo.  Según nuestras entrevistas uno de los grandes retos incumplidos de las cooperativas es, precisamente, romper con esta estacionalidad alargando las campañas de trabajo por medio de la diversificación productiva, para evitar la infrautilización de infraestructuras y estabilizar la demanda de empleo, sobre todo cualificada.
Como en una categoría superior se encuentran los grandes y sofisticados almacenes racionalmente construidos como factorías agroindustriales, con buena comunicación  con la red de viaria para facilitar el flujo de mercancías en camiones articulados de gran tonelaje.  Estos almacenes han sido equipados, pensados y financiados por grandes agroexportadores principalmente destinados para el comercio internacional. Debido a su mayor potencial económico, su integración en las redes de poder locales, inversión en investigación y su posicionamiento en el mercado internacional de frutas en fresco, están diversificando y ampliando su producción invirtiendo en las variedades de mayor rentabilidad económica, especialmente la uva de mesa apirena (sin piñón), cuya expansión es fundamental para comprender la reorganización socioeconómica y espacial del Enclave.
Junto a uno de estos grandes almacenes encuentro cuatro camiones aparcados en la cuneta de la carretera, donde hombres descamisados (en esta ocasión no vi ninguna mujer) esperan para que sus camiones sean cargados con alrededor de 25.000 kilos de fruta en fresco por valor de miles de euros.  ¿Por qué no aguardan dentro de las instalaciones? Quizá el muelle se quede pequeño cuando la producción es máxima. Estos camioneros actuarán durante horas como engranajes de la cadena agroalimentaria internacional de frutas en fresco, enlazando este almacén situado en el Sureste del Mediterráneo con un centro de distribución alimentario en algún lugar de Europa.




En el cruce de caminos

Antes de hacer esta visita ya había pensado observar de una manera poco ortodoxa, aunque práctica, los diferentes flujos de trabajadores que se movilizan desde los diferentes centros de trabajo al pueblo. Abarán es de un urbanismo caótico, calles pequeñas y complejas comunicaciones. Pero existe un punto donde confluyen las dos carreteras de salida con la avenida central del pueblo: el cruce de la puerta de la iglesia. Por tanto, cientos de trabajadores empleados en estas fábricas de manipulación de fruta en temporada alta van y vienen a las mismas horas por distintas carreteras que confluyen en un mismo punto.  Pero eso será a las 13horas que es cuando, según nuestra información, los almaceneros y almaceneras paran para almorzar.

Como aún es temprano decido aparcar el coche y pasear  entre los pequeños almacenes más cercanos al núcleo urbano.  La maquinaria ruge, hay trasiego constante de camiones de todo pelaje y puedo ver a personas trabajando dentro de los pequeños almacenes. Mientras paso por la puerta de uno de ellos dos hombres que parecen marroquíes van montados en una carretilla mecánica en dirección contraria a la mía, uno de ellos conduce, el otro está subido a las palas del “toro”. Imagino que han terminado alguna tarea en otra parte del almacén y ahora mismo se pierden por la puerta principal, al encuentro del resto de la plantilla. No debe haber mucha gente trabajando puesto que no se ve mucho movimiento y en una parte importante del almacén, que está sin actividad, se apilan cajas de madera, un material que prácticamente ya no se utiliza y nos remite a mercados secundarios y productos de precio más bajo. Apenas hay  una docena de coches en un aparcamiento pequeño pero suficiente, puesto que la escala de producción es muy distinta a la de los grandes exportadores. Además estos centros de trabajo están cerca del casco urbano por lo que es posible el desplazamiento a pie.



Antes de la una del mediodía ya estaba situado en el cruce de caminos que antes he descrito. Es la hora en la que paran a comer la mayor parte de los almacenes de frutas, así que cámara en mano espero a la sombra en la plazuela de la iglesia.  Es constante el trasiego de vehículos de carga desde furgonetas con más de 20 años a camiones articulados modernos.  Algunos llevan la carga de fruta a la vista, en cajas de acarreo, otros se identifican por los logotipos que lucen sus carrocerías. De repente unos minutos más tarde comienza un flujo constante de trabajadores y trabajadoras que durante unos 30 minutos se combinará con el de mercancías, densificando y complicando el tráfico rodado. Ellas van vestidas con los delantales (generalmente verdes) de almacén, ellos con monos de trabajo azules o  ropas dedicadas al trabajo. Desde el lugar donde hay varios almacenes pequeños aparecen mujeres andando y algunos coches.  En cambio por la carretera que nos conduciría a los grandes almacenes, o lo que es lo mismo a la autovía, aparecen hasta 4 autobuses cargados de trabajadoras, algunas de las cuáles se apean en la zona desde donde observo.  Según las entrevistas, la empresa les dispone un autobús para llevarlas a trabajar sin coste, pero las plazas son limitadas y a menudo el número de trabajadore/as es superior a la capacidad de los autobuses.  El derecho a usar el autobús parece que se organiza según la antigüedad en la empresa.  En caso de que la contratación se haga por medio de una Empresa de Trabajo Temporal, el empresario pagará un mismo precio por hora y trabajador a cambio de que la ETT se encargue de garantizar la disponibilidad y movilidad de la mano de obra que la empresa exija cada día, la gestión administrativa, las cotizaciones a la seguridad social, la seguridad laboral, la responsabilidad social y la formación.
Las trabajadoras y trabajadores que provengan de otros municipios más alejados desarrollan diversas estrategias de movilidad como agruparse en vehículos (pagando el porte al dueño del coche), quedándose a comer en los comedores habilitados en los almacenes, o en el mismo lugar de trabajo  “acomodadas” entre cajas de acarreo, palés etc… buscando sombra en el lugar más fresco y agradable posible para comer y reposar antes de volver a engancharse al tajo a las 15horas, dos horas después de haber parado.


De paseo por las calles y huertos de Abarán

Alrededor de las 13,30 el flujo de personas y coches se ha detenido por lo que decidí pasear durante un buen rato por el pueblo, con la intención de aprovechar la visita para hacer una pequeña incursión etnográfica, ver sus calles, escuchar sus conversaciones... Su intrincada y extrañamente bella trama de callejuelas está trufada de pequeños comercios de barrio, tiendas de multiservicio regentadas por vecinos del pueblo; todo tipo de bares, de rock a tabernas típicas;  almacenes de manipulado de frutas vacíos en pleno casco urbano que  cuando funcionaban llenaban de vida las calles del pueblo y sus sirenas que avisaban de las horas de entrada y salida al trabajo;  peluquerías, gimnasios… Vagabundeando llegué hasta una pequeña iglesia que no conocía, donde aún hay una placa en homenaje a los fusilados fascistas del pueblo, sin tacha ni mancha. De ahí me dirijo, ya consciente del recorrido, a la plaza de otra iglesia donde un busto del empresario Gómez Tornero (agroexportador de mitad del SXX) vigila la iglesia que el mismo sufragó. Un aura de santo varón le envuelve,  loado por trabajadores y empresarios, por gente de izquierda y de derecha… su legado: trabajo como prioridad absoluta, caridad para con los demás y cierto talento para traspasar las fronteras de Abarán e instalarse durante años en un hotel en París desde donde controlaba el negocio de la exportación de frutas a Europa, son los tiempos del lema “Abarán, París, Londres”.
Escojo una calle al azar que me lleva muy cerca del río Segura, cuya canalización junto con el aporte del trasvase Tajo-Segura rompió la frontera del cultivo tradicional reconvirtiendo amplias extensiones de territorio de secano para cultivo de regadío.  Decido acercarme y me sorprendo gratamente al llegar a un amplio y verde jardín junto al cauce, donde un grupo bastante numeroso de escolares disfrutan de canciones y talleres con sus monitores de ocio y tiempo libre.  Enfrascado en recuerdos de mi vida laboral pasada sé por experiencia que cerca de este tipo de excursiones suele haber un bar.  Efectivamente, hay un viejo kiosko con la belleza de la decadencia. En el bar todos parecen conocerse y sin duda son de la zona, llaman por sus nombres de pila a la pareja que regenta el garito.  Todos son hombres de mediana edad, piel morena, gente de campo u obra, es medio día y no parecen trabajar en nada que requiera un horario establecido.  Todos beben cerveza regional en envase de litro, algunos lo acompañan de alguna tapa.  Hablan entre ellos, gesticulan… formas de socialización de un grupo informal constituido en un lugar y un momento precisos, es un momento que aprovecho para sigilosamente inmiscuirme, sintiendo la extrañeza silenciosa de los parroquianos.
Entonces ocurre algo curioso, llegan al bar dos chicas jóvenes, resueltas, conocen el terreno y saludan y bromean con los clientes, a mi lado les sirven dos cafés que no he visto pedir, expresión de una rutina diaria.  Por sus conversaciones entiendo que toman el café antes de ir a esperar uno de los autobuses que fotografié un rato antes. Deberán “reengancharse” para completar el horario de tarde de su larga jornada laboral. Comentan que están trabajando muchas horas puesto que es temporada alta de fruta y que están ahorrando para el invierno. Se trata de una estrategia de supervivencia ampliamente asentada e interiorizada por las mujeres del pueblo que en su vinculación precaria, patriarcal y temporal con el trabajo cuando se intensifican los tiempos y ritmos intentan ganar el dinero con el que deberán sobrevivir el resto del año.  La estabilidad de sus rentas y empleos es tan fluctuante como el caudal del río mediterráneo que circunvala su pueblo.  Toda una estrategia de supervivencia que una de las mujeres resume con la frase “estoy haciendo la garbilla para el invierno”. Continúan la conversación con un cliente que les pregunta “¿estáis con mi sobrino?”, a lo que la misma chica de antes contesta: “no, que va, ella está en Ecuador, yo en Bolivia ¡¡si supieras!!”, a lo que el hombre vuelve a preguntar “pero… ¿No estáis con mi Paco que es encargao?” “No, los nuestros son ecuatorianos y bolivianos”, es la respuesta final. Tras años de costoso asentamiento, una proporción de trabajadores inmigrantes ha ido consiguiendo estabilizar (dentro de la endémica eventualidad laboral del enclave) sus puestos de trabajo en el agronegocio. Durante los años de la “crisis blanda” en que los nativos ocupaban otros nichos laborales como la construcción, regentaban negocios o trabajan en el sector servicios, los trabajos más duros en la agricultura han sido desempeñados por esta fuerza de trabajo segmentada étnicamente. Ahora en tiempos de guerra económica y social se incrementa la competencia entre trabajadores lastrados por el paro masivo, la pérdida de derechos y  la inestabilidad laboral.
Las mujeres se despiden para reengancharse a la cadena de producción del almacén que las mantendrá casi totalmente ocupadas hasta el otoño, si es que consiguen enlazar la campaña de fruta de hueso con la de uva de mesa.  Me despido y me voy paseando por la orilla del río observando como las huertas tradicionales, muy parceladas y cuidadas, están en plena producción,  donde el vallado es nuevo y los sistemas de regadío por goteo se encuentra en buen estado. Es probable que estos huertos en estos tiempos de crisis sean un recurso familiar para completar la cesta de la compra y/o para participar de la economía de bienes simbólicos local. Me gustaría pensar que también es una forma de entender la relación con la naturaleza y la agricultura que perdura en el imaginario y las formas de posicionarse en el mundo de los vecinos de Abarán.  Pero eso aún no lo sabemos.

lunes, 23 de septiembre de 2013

ENCLAVES ESTARÁ PRESENTE EN EL SEMINARIO INTERNACIONAL "AGRICULTURA Y MIGRACIÓN EN LA UNIÓN EUROPEA" (Bergamo, Italia, 24-25 Octubre 2013)

Durante los próximos 24 y 25 de Octubre se desarrollará en Bérgamo (Italia) el seminario international "Agriculture and migration in the European Union". Nuestros compañeros del equipo ENCLAVES de Murcia participarán como ponentes el próximo 25 de Octubre con "Social sustainability and agricultural workers in agrofood industry in the region of Murcia" .

Será una nueva e interesante oportunidad para debatir y compartir nuestro proceso investigador, resultados y experiencias con un importante panel de colegas, científicos sociales  de toda Europa, especializados en ruralidad y migraciones.

En el siguiente enlace os adjuntamos el programa y nos animamos a participar en este seminario internacional.


Equipo ENCLAVES

jueves, 19 de septiembre de 2013

APUNTES SOBRE LA TRAMA HISTORICA DE LA VISIÓN PRODUCTIVISTA DEL DESARROLLO AGRÍCOLA Y SU CONCRECIÓN EN EL DISEÑO DE TERRITORIOS AGROEXPORTADORES COMO LA REGIÓN DE MURCIA. POR GERMÁN CARRILLO (Equipo ENCLAVES)

 
Zona de cultivos en Cieza. Enclave productivo agrícola de la Vega del Río Segura.

En buena medida, el modelo agrícola implementado por la Revolución Verde tras la Segunda Guerra Mundial ha colapsado: las condiciones sociales y ambientales a nivel global están siendo mermadas de forma acelerada. Las vías de modernización abiertas en los campos de cultivo han generado una explotación intensiva del territorio, cuyos efectos transcurren por la pérdida de biomasa, el acaparamiento de tierras (landgrabbing), la precariedad laboral en los agronegocios, entre otros muchos problemas... A pesar de ello, la visión economicista del desarrollo neoconservador tiene un amplio eco entre las instituciones públicas y privadas encargadas de diseñar la explotación agrícola del territorio. Ante este panorama, se han planteado alternativas sustentadas en trabajos que permiten establecer conclusiones sobre la insostenibilidad territorial de diversas formas de explotación agrícola[1] Algunos estudios agrarios han dejado a un lado la crematística, para establecer una regeneración dialéctica transdisciplinar “entre las diversas ciencias de la naturaleza y la sociedad”, partiendo de una perspectiva histórica (Tello 2010:355). Los efectos medioambientales derivados de la acción antrópica han provocado que numerosos estudios dirijan su observación en busca de las “raíces del deterioro o el espejo en que contemplar las virtudes de la agricultura orgánica” (Robledo 2002:263).

La voz caricaturesca de las actuales políticas gubernamentales en España hablan del crecimiento del producto interior bruto en buena medida provocado por el aumento de las exportaciones en los últimos meses. La región mediterránea de Murcia, efectivamente, está elevando el ritmo de las exportaciones. Durante el lustro 2006 a 2011 el ritmo de las exportaciones agroalimentarias crecía al 7,67 por ciento, pasando de 2.382.514,63 miles de millones de euros generados por el sector, durante el primer año citado, a 3.072.941,07 miles de millones en 2011, según el Instituto de Fomento de la Región de Murcia, (2012). 
La Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas, Hortalizas, Flores y Plantas Vivas, FEPEX, indicaba que las exportaciones de frutas y hortalizas crecían a un ritmo del 13.5 y 1,5 por ciento respectivamente desde 2011. Productos agrícolas importados, fundamentalmente, por Alemania, Francia y Reino Unido, beneficiarios de los territorios del sureste español, siendo la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía las principales provincias proveedoras. Particularmente la exportación de uva de mesa en la Región de Murcia supondrá un volumen de 100.000 toneladas al final del año 2013, según las previsiones de FEPEX, con un valor aproximado de 180 millones de euros. De esta manera, Murcia produce el 90 por ciento de la uva sin semilla de España, siendo pues líder en este sector agroexportador a nivel nacional[2]

Pero el incremento exportador no tiene siempre una correspondencia con el desarrollo y sostenibilidad social y ecológica. En este punto, Latinoamérica tiene larga data de experiencia histórica. Desde fines del siglo XIX, la tierra sufrió una revalorización brutal: las demandas de productos primarios desde Europa y Estados Unidos, inmersos en la segunda revolución industrial, provocaron, en coalición con los gobiernos de criollos surgidos tras las independencias, la liberalización de las tierras y la desvinculación  de los indios de sus predios y nexos comunitarios. Surgía así el latifundio como expresión política y económica de dominación sobre las comunidades locales. Un siglo después, a partir de la década de 1980, tras el lapso de las reformas agrarias al albur de la Revolución Verde, América Latina, bajo el recetario de las instituciones financieras mundiales, esto es, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio, Fondo Interamericano de Desarrollo..., en coalición con las políticas domésticas, reactivaba el comercio exterior y por contra acuciaba la dependencia de las importaciones de productos básicos. Se creaba así una fuerte dependencia con el mercado internacional; de esta manera, países como Ecuador dependían únicamente de los rubros obtenidos por las exportaciones de petróleo o frutas tropicales, principalmente banano. Esta dependencia deprimía a otros sectores productivos ineficaces y elevaba las tasas de concentración de capital de los propietarios de las explotaciones, que a su vez, y especialmente a partir de las tres últimas décadas, manejaban estrategias de diversificación de capitales, invirtiendo en multipropiedades y controlando toda la cadena productiva. 

Como recordaba Francisco Alburquerque, algunos de los países más desarrollados del mundo, tales como Alemania, Japón, Estados Unidos, Reino Unido o Francia, mantenían al inicio del siglo actual, una tasa porcentual derivada de las exportaciones respecto al producto interior bruto muy reducida; mientras países como Nigeria, Gambia, Mauritania o Marruecos mostraban una alta dependencia de las exportaciones, sin que ello elevara los estándares de vida de sus habitantes. Concluía Alburquerque, que estos datos contradicen “las recomendaciones habituales de políticas de desarrollo que provienen de los discursos predominantes”, que insisten en la inserción en los mercados internacionales, lo que supone la negación de los factores relevantes de los que depende el desarrollo; esto es, no tanto de “alcanzar nichos de mercado internacionales como de la capacidad interior para lograr incorporar las innovaciones productivas y de gestión en el seno del tejido productivo y empresarial de los diferentes países” (F. Alburquerque 2003). 

Esta forma de concebir el desarrollo, y particularmente la producción agrícola tiene sus antecedentes en las dos revoluciones verdes del siglo pasado; una primera, urdida entre el presidente estadounidense Hernry Wallace y la Fundación Rockefeller en el México poscardenista de la década cuarenta, a los que se sumaría la Fundación Ford, en 1953, y en 1960 la Fundación Kellogg´s; y la segunda, durante los años noventa, diseñada bajo la revolución genética y la biotecnología. Ni una ni otra han reducido el hambre y la desigualdad mundial, no han equilibrado la balanza de inequidad entre los países productores y consumidores, no han otorgado la Seguridad y Soberanía Alimentaria a los territorios [3]

El sostenimiento de este modelo de desarrollo productivo en el agro a nivel mundial, por una economía de libre mercado que prioriza el crecimiento económico sin desarrollo social, forma parte de una serie de problemas estructurales cuya data es vieja.
Así, desde el punto vista histórico, conviene explicar cómo se entretejen las relaciones sociales de producción y quiénes se benefician de las estructuras económicas dominantes. Las historias locales de los municipios analizados en la Región de Murcia, interesan en buena medida como refractarios de los problemas estructurales indicados más arriba, que si bien durante el siglo pasado eran un reflejo de la historia nacional (Carreras 2000), podemos asegurar que al periclitar la centuria, lo local pasaba a reflejar o refractar las transformaciones surgidas de la globalización económica y cultural.

De esta manera, y realizando un esfuerzo sintético de reconstrucción histórica, partiendo de un tiempo medio braudeliano, durante finales del siglo XIX, en la Región de Murcia al compás de la desamortización se fueron desarrollando toda una serie de políticas liberales que cristalizaron en la acumulación de patrimonios agrícolas. Mediado el ochocientos, la agricultura tradicional extensiva y cerealista para el autoconsumo familiar iba dando aperturas a una agricultura en cierto modo renovada y abierta al mercado exterior. Como explicaba el historiador Miguel Rodríguez Llopis (1998), el desarrollo capitalista en la región se fundamentó bajo graves problemas heredados del Antiguo Régimen, especialmente la gran propiedad no cejaba en su empeño de asfixiar a pequeños campesinos propietarios. También la transición demográfica, y por tanto el crecimiento poblacional, dio paso a un aumento progresivo de la fragmentación de la tierra por herencia, haciendo que las unidades campesinas no fuesen competitivas. Además del factor hereditario, a la disgregación de la tierra contribuyó la estrategia de terratenientes y caciques que repartían sus propiedades a más arrendatarios. Con esto se beneficiaban en un doble sentido: por un lado, aumentaban los ingresos por arriendos; y por otro, ejercían un control social sobre los campesinos. El aumento de jornaleros dio paso a un ejército permanente de mano obra, que permitió a la “burguesía murciana mantener bajos salarios en relación con las medias nacionales, lo que contribuyó al éxito de los proyectos de desarrollo agrario o industrial que promovieron” (Llopis 1998:411-412). 

Ciertamente, la reconversión hacia la hortofruticultura provocó una fragmentación de la tierra sin precedentes: entre 1820 y 1922, por citar dos municipios de la vega del Segura, Abarán y Molina de Segura, el 67 por ciento de las tierras de cultivo eran inferiores a 1 hectárea. En suma, como argumentaba Llopis, “el antiguo arrendatario campesino desaparecía para dar paso a aparceros, terrajeros y colonos en mayor número y con superficies de cultivo  más reducidas” (Ibídem: 413).
La emigración fue un catalizador de problemas sociales, así como la reestructuración familiar que mal que bien tuvo que adaptarse a la nueva economía de mercado. El alumbramiento de esta sociedad pasaba inexorablemente por la inversión constante de capital para insumos, lo que provocó una dependencia crediticia que incentivó la búsqueda de salarios subsidiarios en las fábricas, cobrando un papel fundamental el trabajo de la mujer en la incipiente industria conservera en la región; e incluso la mano de obra infantil fue tónica general en la triste historia reciente. 


Mujeres trabajadoras en la manipulación de fruta en fresco. Murcia, Abarán, hacia 1960[4]

Ante las situaciones de precariedad descritas fueron surgiendo movimientos asociativos y luchas sociales protagonizadas especialmente por anarquistas y socialistas consolidando sindicatos y cristalizando avances sociales. En este sentido, asociaciones como las de los esparteros o las de los Jóvenes Agricultores, ambas pertenecientes al municipio de Cieza, irrumpían a finales del siglo XIX en estallidos de revueltas  que se extendieron por todo el valle de la vega alta del Segura. Sus reivindicaciones pasaban por el aumento salarial y el rechazo al acaparamiento de capital en un puñado de familias burguesas ciezanas y rentistas absentistas que residían en Madrid. Se daba así un acaparamiento de tierras y capital, “sin ningún tipo de redistribución social que no fuera más allá de las prácticas caritativas”. Entre 1910 y 1917 se produjeron numerosas huelgas en diversos municipios de la región, cuyas reclamaciones pasaban por el aumento salarial, así como por la reducción de la jornada laboral. El sindicalismo amarillo de la burguesía terrateniente se sumó al corporativismo católico, ambos fueron el frente estratégico de la burguesía regional ante las exigencias de las clases sociales de trabajadores fabriles y campesinos. 
Familias como los Barnuevo y Alix, Fontes, Estor, Stárico, Brugarolas, recibieron títulos nobiliarios a la par que se sumaban estratégicamente en lazos familiares a la antigua nobleza terrateniente dando con ello “una simbiosis perfecta” para controlar el imparable crecimiento de jornaleros proletarizados (Llopis 1998; Picazo 1986). Leves serán los cambios hasta la revolución social protagonizada por la clase trabajadora durante el año 1936. La reforma agraria constituyó un fenómeno de gran relevancia para una región, en palabras de Llopis, suponía acabar con “el proceso de concentración de propiedades desarrollado por la nobleza y la burguesía murcianas durante siete siglos”. Así por ejemplo, se formaron mancomunidades que ocuparon fincas de la familia Cierva dirigidas por la CNT y UGT y dieron sustento a entre 400 y 1.500 trabajadores... La guerra puso fin a estas políticas distributivas  (Llopis 1998:439-440) [5]

De esta manera, tras la guerra civil, en Murcia se consolidaba la burguesía terrateniente. Alcaldes y caciques tomaban las decisiones políticas desde las municipalidades y diputaciones provinciales. Se encargaban de velar armas por las tierras y los usos del agua, recursos recientemente recuperados bajo el telón fascista de la dictadura de Franco. Mientras, en los pueblos los terratenientes locales recuperaron simultáneamente el poder municipal y sus ricos patrimonios, convirtiéndose en un elemento necesario del engranaje político lo que no dejó de ser una continuidad de pasadas épocas caciquiles” (Llopis 1998; Nicolás Marín 1999). 
Pasado el franquismo, el desarrollismo de los sesenta dio paso a la consolidación de nuevos y viejos patrimonios al albur de la especulación urbanística y al desarrollo de la agroindustria. En otras palabras, como explicaban Andrés Pedreño y Pedro Segura, los años sesenta no suponen una ruptura, sino más bien una reproducción de nuevas y seculares tendencias: “La eventualidad como característica dominante del jornalerismo queda lejos de desaparecer, siendo legalizada por el sistema regulador con la Ordenanza Laboral del Campo de 1969. Institucionalmente quedó de esta forma garantizada la pervivencia de la eventualidad como forma de relación laboral básica en el campo (1998: 703). De estos años acá los rasgos definitorios del campo murciano mantienen unas relaciones sociales de producción precarias y eventuales, y altamente dependientes de mano de obra femenina e inmigrante.
Por concluir, el boom agroexportador puede contribuir al crecimiento económico de una fracción propietaria de los medios de producción, sin asegurar, por cierto, un crecimiento sostenido ni sostenible del resto de los sectores productivos. Ni mucho menos asegurar unas relaciones laborales justas y equilibradas. Cuando prevalece la idea obtusa de producir y exportar bajo el paradigma de la competitividad y el crecimiento económico, se ocasiona un fuerte deterioro del territorio y de las gentes que lo habitan. La sostenibilidad, tomando la definición de Enric Tello, consiste en satisfacer las necesidades de cada generación sin minar la capacidad de las generaciones sucesivas de hacer lo propio. Y sin embargo, “al tiempo que se avanza en la senda de un modelo de crecimiento económico, también crecen la pobreza y la inseguridad de generaciones futuras (Tello 2010). Paul Collier, un profesor de Oxford, sostiene que la falta de alimentos y los problemas de la pobreza tienen su solución en la agricultura comercial de gran escala, en la ingeniería genética y en el desplazamiento de la agricultura campesina “que es ineficaz porque los campesinos no actúan ni como empresarios, ni como innovadores, puesto que están demasiado ocupados en su propia alimentación” (Fontana 2010:163). La mirada prístina que hemos intentado dibujar en estas líneas, como un bosquejo inacabado, pretende sostener todo lo contrario. 

No se trata de idealizar la agricultura campesina, sino de buscar vías políticas que procuren resolver los problemas que afectan severamente a las sociedades contemporáneas. Porque ante todo, los problemas no son únicamente económicos sino también políticos. La agricultura murciana es un claro espejo donde la historia se define por el acaparamiento de la tierra en un puñado de propietarios; nobleza y burguesía formaron alianzas para mantener en suspenso cualquier atisbo reformista. Las propias reformas liberales dieron nombre a nuevos propietarios que enajenaron tierras, las fragmentaron y se procuraron la entrada de divisas por arriendos. Otros invirtieron capitales y procuraron elevar las tasas de productividad pero a base de proletarizar a la población rural. La reforma agraria, ahogada por la guerra civil, supuso un replanteamiento de la trayectoria de la historia de siete siglos atrás, como expusimos. 

La autosubsistencia procurada por la vía campesina a partir de la agricultura tradicional orgánica no debe ser percibida como una forma desequilibrada, causa y consecuencia del atraso en el desarrollo rural agrícola; como estamos exponiendo los intentos distributivos refrenados y silenciados pueden ser considerados una vía para neutralizar la abrasión medioambiental y social de la industria agroalimentaria. En ocasiones las condiciones edafológicas son determinantes en la tipología de cultivos y especialmente en las tasas de productividad. Aún así, la modernización de la agricultura de la mano de la Revolución Verde, a partir de insumos tecnológicos y químicos, así como las nuevas formas de organizar el trabajo y la producción basada en alta tecnología, etc., no están dando los resultados esperados por los defensores pioneros de la Revolución Verde, tales como Elvin Charles Stakman y otros, que justificaron en su libro Campaigns against hunger, publicado en 1967, toda la trama ideológica del programa geopolítico. 

La constatación histórica de la progresiva proletarización del agricultor y su desvinculación de los medios y recursos de producción dejan a la agricultura global reducida a un grupo de grandes multinacionales incapaces de sostener la alimentación global, porque sus motivaciones son estrictamente económicas, o dicho en otros términos se mueven por su auri sacra fames . Hilvanando la Historia se percibe este sentido trágico: si ayer los terratenientes manejaban y controlaban las tierras en beneficio propio subsumiendo a la inmensa mayoría de la población rural en la miseria, o en la subsistencia precaria, hoy las sociedades anónimas propagan los mismo efectos bajo términos políticos y  legislativos que sostienen su afán productivista.


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[1] El agotamiento de las tierras de cultivo por su sobreexplotación no es un fenómeno causado únicamente a partir de la Revolución Verde; los enclaves bananeros en Centroamérica pertenecientes a la United Fruit Company son un claro ejemplo de este proceso devastador a partir del monocultivo, en este caso de banano. Por otro lado, y tras más de una década de Revolución Verde, en 1962, por ejemplo, Rachel Carson publicaba Silent Spring, ofreciendo datos alarmantes sobre los efectos de los pesticidas sobre la producción alimentaria. .

[2] Según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente (MAGRAMA,2013), Murcia dedica 5.493 hectáreas a este cultivo. 

[3] Pueden consultarse dos artículos que plantean este problema desde dos perspectivas diferentes pero con unas conclusiones similares. Por un lado, el texto de Eliane Ceccon, “La revolución verde, tragedia en dos actos”, Ciencias, 91, septiembre 2008, pp.21-29; un  análisis biológico que no prescinde del la formación histórica. Y por otro lado, la interesante revisión historiográfica y análisis geopolítico de la Revolución Verde, que aunque centrado en Costa Rica dibuja un panorama internacional del fenómeno desde el punto de vista político y económico. Wilson Picado, “En busca de la genética guerrera. Segunda Guerra Mundial, cooperación agrícola y Revolución Verde en la agricultura de Costa Rica”, Historia Agraria, 56, abril 2012, pp. 107-134.. 

[4] Tomado de “Abarán. Imagen y recuerdo, Tomo I, Ayuntamiento de Abarán, 2006.

[5] Ricardo Robledo reivindicaba, no tanto el “papel estelar” del que gozó la reforma agraria, sino la consideración de un análisis crítico que contemple el desarrollo económico “valorando más positivamente las consecuencias de reformas distributivas que no pueden medirse únicamente por aumentos de la productividad en el corto plazo”. Robledo, R., “Nuevas y viejas cuestiones en la historia agraria española”, Ayer, 47 2002, pp.262-275.. 

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Referencias bibliográfícas

Alburquerque, Francisco (2003) “Teoría y práctica del enfoque del desarrollo local”, CSIC, Madrid.

Carreras Ares, Juan José (2000), Razón de historia: estudios de historiografía, Marcial Pons. Ediciones de Historia, Madrid.

Ceccon, Eliane (2008), “La revolución verde, tragedia en dos actos”, Ciencias, 91, septiembre, pp.21-29.

Fontana, Josep (2010), La crisis de 2006-2008. Unas reflexiones desde la perspectiva de la historia agraria, en Garrabou, R. Sombras del progreso. Las huellas de la historia agraria, Crítica, Barcelona, pp.151-168.

Nicolás Marín,  María Encarna (1999), “Los poderes locales y la consolidación de la dictadura franquista”, Ayer, 33, pp. 65-86.

Pedreño, Andrés y Segura Artero, Pedro (1998), “Viejas y nuevas formas de conflictividad jornalera en el campo murciano”, en Castillo, Santiago y José María Ortiz (coord..), Estado, protesta y movimientos sociales, Asociación de Historia Social, Universidad del País Vasco, pp. 697-709.

Pérez Picazo, María Teresa (1986), Oligarquía urbana y campesinado en Murcia, 1875-1902, Academia Alfonso X El Sabio, Murcia.

Picado, Wilson (2012), “En busca de la genética guerrera. Segunda Guerra Mundial, cooperación agrícola y Revolución Verde en la agricultura de Costa Rica”, en Revista Historia Agraria, número56, pp. 107-134.

Robledo, Robledo (2002) “Nuevas y viejas cuestiones en la historia agraria española”, Ayer, 47, pp.262-275.

Rodríguez Llopis, Miguel (1998),  Historia de la Región de Murcia, Editora Regional de Murcia.

Tello, Enric (2010), Un vínculo perdido: Energía y uso del territorio en la transformación histórica de los paisajes agrarios mediterráneos, pp. 353-382, en Garrabou, Ramón , Sombras del progreso. Las huellas de la historia agraria, Crítica, Barcelona.



jueves, 12 de septiembre de 2013

IMPORTANTE LIBRO SOBRE MUJERES MIGRANTES EN ESTADOS UNIDOS Y ESPAÑA COORDINADO POR MARTHA JUDITH SÁNCHEZ GÓMEZ E INMACULADA SERRA YOLDI (UNAM, 2013), CON CONTRIBUCIONES SOBRE LAS MUJERES MIGRANTES JORNALERAS DE LA GLOBALIZACIÓN AGROALIMENTARIA


Acaba de editarse una importante contribución al fenómeno de la feminización de las migraciones: Ellas se van. Mujeres Emigrantes en EEUU y España, bajo la coordinación de Martha Judith Sánchez e Inmaculada Serra (Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM-México, 2013). En la Introducción, las coordinadoras del volumen centran el objeto de la voluminosa obra:


“Mirjana Morokvasic, pionera en el estudio sobre las migraciones femeninas, señala que los estudios sobre las mujeres y la migración han sido tradicionalmente relegados del cono¬cimiento científico. Esto ha llevado a la continua justificación del objeto de estudio con argumentos tan diversos como la novedad del tema, los vacíos que presenta, sacar a las mujeres de la “sombra”, así como el incremento de las mujeres en los flujos migratorios. La autora señala que en realidad estamos ante un campo de estudio “dominado”, un objeto poco reconocido científicamente, ya que reúne dos dimensiones: mujeres y migración. Como señala Abdel¬malek Sayad, esas dimensiones se ubican en una rama del saber que se considera una ciencia pobre, y “sobre los pobres no se produce conocimiento” (Morokvasic, 2008: 33). Sin embargo, más allá de la necesidad de reposicionar la importancia de los estudios sobre la migración femenina o continuar permanentemente justificando su realización, nos encontramos en un escenario donde quizá lo más importante sea pensar el fenómeno desde otros ángulos, dado el nuevo contexto donde se desarrolla. En otras palabras, los estudios sobre mujeres y migración resultan centrales para entender cómo está repercutiendo la globalización sobre ciertos sujetos y sus actividades” (p. 15). 

Una treintena de investigadores e investigadoras de ambos lados del Atlántico abordan en 23 artículos (más la Introducción y la Reflexión Final de las coordinadoras) y casi mil páginas, la multidimensionalidad del fenómeno de las mujeres en las migraciones transnacionales. Sobre la cuestión específica de las mujeres migrantes en el jornalerismo agrario se encuentran las siguientes contribuciones (dos de ellas de investigadores e investigadoras del proyecto ENCLAVES): 

1ª) Jornaleras de la globalización en el campo murciano, Andrés Pedreño Cánovas, María Elena Gadea y Antonio Agustín García 
2ª) Feminización de la inmigración y el trabajo en la agricultura de exportación: el caso del monocultivo de la fresa en Andalucía, Alicia Reigada Olaizola 
3ª) Trabajo transnacional y dinámicas familiares de las mujeres migrantes mexicanas de las visas H-2 para trabajadores temporales en Estados Unidos, Ofelia Becerril Quintana

El link de la página del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM-México en donde puede encontrarse el libro en formato electrónico es el siguiente: